lunes, 20 de enero de 2025

LA NOVELA ESPAÑOLA (1939-1974)

CONTEXTO HISTÓRICOCULTURAL

La Segunda Guerra mundial (1939‐45) y sus terribles efectos destructores. Le sigue la llamada guerra fría (EEUU/URSS). En lo ideológico el existencialismo y el marxismo harán surgir una literatura de compromiso entre intelectuales y escritores. En España, tras la guerra civil (1936‐39) se impone la dictadura del general Franco, marcada en sus primeras décadas por el autoritarismo, la represión ideológica, la censura y el aislamiento internacional. En los 60 se inicia cierto desarrollo económico acompañado de protestas obreras y núcleos de rebeldía política en la Universidad hasta la muerte del dictador en 1975.

NOVELA EN LA DÉCADA DE LOS 40: EXISTENCIALISMO Y NOVELA DEL EXILIO

En los primeros años del franquismo triunfante aparecen novelas propagandísticas de jóvenes falangistas que exaltan la guerra, el régimen surgido de ella y los valores ideológicos que lo definen, entre las que destacan La fiel infantería (R. García Serrano) o Javier Mariño (Gonzalo Torrente Ballester).

La familia de Pascual Duarte (Camilo José Cela, 1942), Nada (Carmen Laforet, 1945) o La sombra del ciprés es alargada (Miguel Delibes, 1947) suelen considerarse hitos representativos de lo que se conoce como novela existencialista, un reflejo amargo de la vida cotidiana. Sus características son:

- La acción presenta situaciones de gran dureza. El destino trágico del protagonista se resuelve en una violencia extrema y sin sentido.

- Los personajes son seres marginados, violentos u oprimidos (criminales, prostitutas,  etc.), que en ocasiones presentas taras físicas o psíquicas y son descritos en situaciones de máxima tensión.

- Los temas habituales son la incertidumbre del destino humano y dificultad de comunicación personal, la soledad, la frustración de las ilusiones y el desarraigo de los personajes en una sociedad vulgar y miserable. De alguna manera, se trata del malestar social transferido a la existencia individual.

- Frecuentemente se mueven en un espacio limitado, estrecho o cerrado: la celda de una cárcel, la habitación de una casa, el pabellón de un hospital.

- En la narración de los hechos predomina la primera persona: el personaje cuenta su vida evocando el pasado.

- Se utiliza un lenguaje duro, reflejo de las circunstancias y el medio degradado en el que viven los personajes.

NOVELAS 

La familia de Pascual Duarte. Cela inaugura con ella, dentro de la novela existencialista, la efímera corriente del tremendismo: su protagonista se ve arrastrado por la herencia y por el medio social (¿la Segunda República?) a un destino sórdido que lo impulsa constantemente a ejercer la violencia más sanguinaria. 

Nada, de Carmen Laforet, presenta a una joven estudiante recién llegada a la ciudad de Barcelona para estudiar, pero que habrá de enfrentarse a un ambiente familiar  mezquino, de ilusiones fracasadas, que contrasta con el mundo universitario y artístico al que accede a través de sus amigos. Es la primera novela de su autora, ganadora del Premio Nadal con 23 años. 

En cuanto a La sombra del ciprés es alargada, Miguel Delibes traza en ella la vida gris de una ciudad provinciana marcada por hipócritas convenciones morales1 Delibes es ya un clásico que siguió luego una línea realista muy personal, marcada por su profundo humanismo cristiano, en obras de ambiente rural –El camino, Las ratas, Los santos inocentes- o urbano –La hoja roja, El príncipe destronado, etc.



En esta década los novelistas españoles en el exilio aportan perspectivas y temas diferentes en sus obras. Destacamos, entre muchos otros, los siguientes nombres:

Max Aub: de su abundante obra destacamos su ciclo sobre la Guerra Civil integrado por varias novelas (Campo cerrado, Campo abierto, Campo francés, etc.) o su detallada biografía sobre un artista inexistente, Jusep Torres Campalans.

Ramón J. Sender: antes de 1939 ya había escrito novelas de corte realista, y a partir de esa fecha sobresale la variedad y abundancia de sus trabajos: novela histórica (La aventura equinoccial de Lope de Aguirre), evocación del pasado (Crónica del alba), la represión y la posguerra (Réquiem por un campesino español).

Otros novelistas dignos de atención y lectura son Francisco Ayala (Los usurpadores, un conjunto de relatos en los que se reflexiona sobre el poder) o Rosa Chacel (Memorias de Leticia Valle).


NOVELA EN LA DÉCADA DE LOS 50: NOVELA SOCIAL

Nuevamente es la publicación, en 1951, de una obra de Cela, La colmena ‐de la que hablaremos más abajo‐, la que señala el paso a un nuevo tipo de narrativa: la novela social, llamada así por ser los problemas sociales su preocupación esencial. Sus rasgos más significativos serían:

Conjunción de distintas influencias: realismo clásico español, existencialismo, marxismo, nouveau roman francés, etc.

Las actitudes de los escritores van desde el objetivismo (testimonio escueto, sin intervención aparente del autor, de la conducta y los diálogos de los personajes: el ejemplo más logrado sería El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio), al llamado realismo crítico (desde planteamientos próximos al marxismo, se denuncian las injusticias y se busca una toma de conciencia por parte del lector).

El tema central es la sociedad española contemporánea en su conjunto, contemplada desde diferentes ángulos: la vida campesina (Los bravos, de J. Fernández Santos, o La zanja, de Alfonso Grosso), la vida en la ciudad (La colmena, ya citada, o La noria, de Luis Romero), las relaciones de trabajo (Central eléctrica, de López Pacheco), la juventud burguesa abúlica y desocupada (Juegos de manos, de J. Goytisolo, Nuevas amistades, de J. García Hortelano), etc.

Técnicamente, y dada la prioridad que se da al contenido sobre la belleza de las formas (lo que no significa que sean obras estilísticamente descuidadas), predomina una estructura sencilla, de narración lineal y un lenguaje fácilmente comprensible.

El protagonista es casi siempre colectivo, si bien suele haber también un personaje individual representativo de un sector o clase social.

Concentración de la acción en un corto periodo de tiempo, siempre contemporáneo al momento en que se escribe la novela.

El diálogo predomina sobre la descripción en la caracterización de los personajes.

Aparente desaparición del autor: se capta lo puramente externo, al modo de una cámara de cine.

La colmena: destacamos de entre la abundante producción de novela social de esta época la obra de Cela considerada como pionera. En ella se contempla la vida de varios personajes de distinta extracción social y visión del mundo, directa o indirectamente relacionados. No hay un argumento como tal, el eje temático es esa vida colectiva teñida por la miseria económica y moral. La obra se estructura en seis capítulos y un final, integrados a su vez por secuencias “cinematográficas”, y abarca algo más de dos días invernales. La sucesión de secuencias permite contemplar las vidas paralelas o entrecruzadas de los personajes, caracterizados sobre todo a través de sus acciones y palabras, aunque también mediante descripciones. Sobresale someramente entre ellos la figura de Martín Marco, y de la mayoría puede decirse que están marcados por la mediocridad, la hipocresía, la insolidaridad o la impotencia. Hay sin embargo rasgos que separan a La colmena de la novela social, como las intervenciones directas del autor y, quizá, la falta de intención crítica de la obra.

El Jarama de Sánchez Ferlosio describe la excursión dominguera de un grupo de jóvenes obreros de los años 50 a orillas del río Jarama. En este largo domingo todo sucede sin sobresaltos, hasta que Luci, la chica más tímida y dulce del grupo, muere ahogada en le río. El narrador desaparece en la mayor parte de la novela. Normalmente se limita a introducir, sin opinar, el intranscendente diálogo de los jóvenes. El autor utiliza un lenguaje sencillo y muy coloquial (con frases hechas, repeticiones léxicas, refranes) que imita al de un grupo de muchachos de clase baja. Destaca la espontaneidad y naturalidad de sus diálogos.

Otros novelistas de este periodo son: Jesús Fernández Santos, Ignacio Aldecoa, Ana María Matute, Juan Goytisolo, Carmen Martín Gaite (Entre visillos), Josefina Aldecoa, García Hortelano, Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa), Luis Goytisolo, Caballero Bonald...

 

NOVELA DE LA DÉCADA DE LOS 60: EXPERIMENTALISMO

El agotamiento, ‐por abuso en ocasiones‐ de las fórmulas del realismo social, la necesidad de recuperar la fantasía, la renovada preocupación por el lenguaje, la influencia de escritores europeos y americanos (Proust, Kafka, Joyce, Faulkner, Dos Passos, etc.) y el surgimiento en esta década del boom de la novela hispanoamericana son factores que van a dar paso a la llamada novela experimental, iniciada en España con Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, publicada en 1962. Se pueden mencionar como rasgos característicos de esta corriente los que siguen:

Punto de vista: la historia se enfoca desde la perspectiva única de un personaje o desde la perspectiva múltiple de diferentes personajes (lo cual permite ofrecer distintas interpretaciones de una misma realidad).

El autor puede intervenir directamente con sus comentarios.

Aunque no se abandonan del todo los problemas sociales o la intención crítica, se da cabida en la novela a lo irracional, lo onírico, lo alucinante, la ironía, el humor.

Se prefiere la estructura en secuencias o en un discurso ininterrumpido a la división en capítulos.

Desorden cronológico: aparecen cortes, elipsis, saltos atrás (analepsis o flash back), saltos adelante (prolepsis o flash forward), etc.

Protagonista individual, pero en conflicto con lo que le rodea y consigo mismo, muchas veces vapuleado por las circunstancias en que vive.

El diálogo pierde importancia a favor del estilo indirecto libre y del monólogo interior, que permiten al lector sumergirse en la mente del personaje.

Exploración de todas las posibilidades expresivas del lenguaje.

Papel activo del lector en la lectura y en la re‐creación interpretativa de la novela.

Además de autores ya consagrados que participan también de esta tendencia de experimentación, como Cela (Oficio de tinieblas 5), Delibes (Cinco horas con Mario) o Torrente Ballester (La saga/fuga de J. B.), vemos aparecer nuevos autores durante esta década que consolidan la nueva corriente:

Luis Martín Santos: representa con Tiempo de silencio todos los rasgos antedichos. Se trata de una originalísima novela que no abandona la denuncia y la crítica, pero la ofrece en un molde completamente diferente. El protagonista es un joven médico desarraigado e indeciso condenado al fracaso por la presión del ambiente que lo rodea. El resto de personajes conforma una humanidad degradada en la que aparecen retratadas sin maniqueísmo las distintas clases sociales.

Juan Marsé: al igual que L. Martín Santos, no descuida en sus obras los problemas sociales, pero los aborda con un nuevo enfoque: intervenciones del autor, mezcla de lo real y lo imaginario, sarcasmo, parodia, etc. Mencionamos interesantes ejemplos como Últimas tardes con Teresa, Si te dicen que caí, La muchacha de las bragas de oro, El amante bilingüe, etc.

Juan Benet: lleva la experimentación a su nivel más elevado en Volverás a Región (donde aborda la degradación de una ciudad española imaginaria y de sus personajes) o en Una meditación (novela presentada como texto ininterrumpido, sin corte alguno).


LA NOVELA DE LOS PRIMEROS AÑOS 70

El afán de búsqueda de nuevas formas de narrar, prosigue en los primeros los de los 70 y el experimentalismo llega a extremos insospechados: presencia de lo imaginativo, de lo onírico, de lo absurdo… Además de toda clase de investigaciones en el campo de las estructuras narrativas y el lenguaje. Algunos autores, fieles a su narrativa, fueron más moderados, como es el caso de Delibes.

 

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